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Tragedia en los Alpes
Andreas Lubitz – el copiloto que al parecer estrelló a propósito el avión de los Alpes- respondería al perfil del “Trastorno Narcisista”; que diseña una acción para ser recordada por su gran poder destructor. En la mente de un narcisista, las personas “sólo son sombras o limones para exprimir” –define Kernberg-. Los 149 muertos sólo son parte de un escenario ideado con la intención destructora de un hombre que asiste, fumándose un puro, a su propio final. Representación de un falso yo controlador y grandioso. Los demás no existen.
Miedo a volar
Volar en avión, implica dejarse llevar, confiar en el avión y en el piloto. Aquí nacen los problemas de muchas personas que temen este medio de transporte: porque se ven obligados a confiar en los otros. Las compañías aéreas, conocedoras de esta problemática que merman sus ingresos; destinan una parte importante de los mismos, junto a la menor siniestralidad de este medio de transporte, en sus buenos mecanismos de control de estos dos agentes: “la seguridad de los viajeros es lo más importante para nosotros” y “sólo hay algo en nuestra atención por delante de usted: la del avión…”, dando por descontado que la salud física del piloto está estrechamente controlada y, por segura, su buena salud mental.
Desgraciadamente tras el gravísimo siniestro aéreo ocurrido en los Alpes franceses, se ha abierto una grieta en éste último aspecto. Sin duda, será reforzada en el futuro incrementando los exámenes de capacitación psíquica de las tripulaciones.
Que un psiquiatra nos lo explique
La opinión pública demanda a los profesionales de la salud mental una explicación, ante un hecho: un piloto, estrella deliberadamente un avión con todo el pasaje a bordo. El deceso, parece planificado; el ayudante de vuelo estaba de baja médica y lo había ocultado a la compañía. Habría planificado el hacerlo añicos. Hemos conocido datos de forma paulatina y fragmentaria, sobre la personalidad previa de Lubitz. La confidencialidad médica, no permitirá salvo un salpimentado de datos fragmentarios, inconexos, cuando no aparentemente contradictorios, que señalan al copiloto como responsable de una conducta que para la opinión pública es la de un “loco”, sinónimo de haber perdido la razón, de gente enferma. Este señalamiento de “loco” no tendría implicaciones legales si fuera cierto; pero es que en este caso sólo quedan responsabilidades económicas por dirimir, tanto para la compañía aérea como para las aseguradoras.
Como psiquiatra tengo una doble tarea; la de salvar el buen nombre de los enfermos más denostados de la historia, los esquizofrénicos; y la de efectuar un diagnóstico “a puerta gayola”, sabiendo que puedo salir trastocado, en aras de mitigar la ansiedad reinante y defender la merecida buena reputación, por larga y permanentemente demostrada, del personal de aviación.
En esta tragedia no han fallado los medios técnicos profesionales que evaluaron la posible incapacidad para volar de Lubitz; el fallo viene de que el piloto sorteó la comunicación administrativa de su incapacidad. Como buen narcisista engañó a todos con su alto poder de seducción. Y recordar que, en la vida, las personas asumimos riesgos que pueden ser minimizados, pero estamos lejos de evitar el “riesgo cero” y el azar desgraciado de haber cogido ese vuelo.
No es un “loco”
No es un “loco”, salvo que queramos identificar esa palabra con “extraño” o raro (por poco común); pero no con “disparatado” o “imprudente”. Hablamos de una conducta planificada en el tiempo, aunque inesperada para el comandante (obviamente), lo que avala lo argumentado hasta aquí. Conducta no impulsiva: permanecer a la espera de la salida del superior e impedir su retorno, actuando con tranquilidad hasta el último y fatal desenlace.
Con el resto de los pocos mimbres de que disponemos, mi hipótesis inductiva es que estamos ante una personalidad narcisista, centrada en el triunfo social, la vanidad y la ostentación (en definitiva la imagen,) frustrada por una doble pérdida: su futuro imaginario de grandiosidad, de brillo y reconocimiento social: ser piloto de aerolínea; y del triunfador social, abandonado por su novia, que decide suspender su relación con él (esto en la vivencia narcisista, resulta inaceptable, por ser visto a los ojos de los demás como descalificado y despreciado (dos veces no apto socialmente).
Así se comporta un narcisista
En mi opinión, Andreas Lubitz, da el perfil de narcisista tímido. En la clasificación de Trastornos Narcisistas se establecen dos tipos: tímidos y arrogantes. Quizá así se entienda mejor la perplejidad que ha provocado entre sus conocidos su actuación (¡No podían ni imaginarse un comportamiento semejante!).
Ser comandante era el deseo más importante de su vida. Profesión elegida como soporte de su imagen de grandiosidad y éxito social -lo más trascendental para estos individuos-. Su meticulosidad y perfeccionismo iban a llevarle a alcanzar su meta, hasta que se interpuso en su camino un problema de visión. Brumoso panorama, para quién ha depositado sus expectativas como persona, en ser piloto (seguramente en sus sueños infantiles, un gran piloto admirado por su uniforme, no por su pericia en la conducción aérea y su labor de servicio social). Estas personas creen que “el hábito hace al monje”.
Añadamos que había comprado, dos coches de alta gama, (¡cómo no!), uno para él y otro para su novia (generosidad a la vista), en definitiva, el yerno (en la representación) que todas las suegras y chicas del mundo querrían tener: deportista, educado, piloto, “generoso”… Y la novia lo deja; algo obviamente lo delataba…, pues de ser esto cierto ¡quién lo dejaría! En definitiva vergüenza social. Son maestros en la representación social; conducta que da a los otros lo que sabe estos admiran, para recoger de vuelta su admiración, por su excepcional educación y formas. Esto explica la perplejidad de los cercanos no íntimos (amigos, conocidos, vecinos…) al conocer sus desmanes, porque describen a esta persona como “aparentemente” encantador. Su novia desveló su impostura; probablemente algo delató al “lobo disfrazado de abuelita”.
Es característico de las personalidades narcisistas vivir el mundo como un lugar de representación en el que ellos son el primer actor, “la prima dona” que vive y se alimenta del aplauso de los demás. Mueren y matan por ser admirados, necesitados de un reconocimiento grandioso (en este caso desgraciadamente para las víctimas y sus familiares no en sentido figurado). Antes que pasar inadvertidos, cualquier cosa es mejor.
Son maestros en la impostura y el disfraz, deslumbrados por el uniforme no alcanzan a ver o interesarse por los valores de servicio que representa. No saben de la vida interior, de la vida íntima en plenitud, de la existencia de los demás. No viven sentimientos auténticos y carecen de empatía. Confunden el yo, con su imagen.
“Depresión narcisista” y “Rabia narcisista”
Hemos leído que Andreas Lubitz padeció episodios depresivos. Mi opinión como psiquiatra es que en estos casos de perfiles narcisistas, el trastorno del humor depresivo está ligado a la sensación de pérdida de la buena imagen a los ojos de los demás. No a la pérdida de la persona, sino de lo que la pérdida de su imagen supone en nuestra consideración a los ojos de los demás. Por eso se habla específicamente de “depresión narcisista” y de “rabia narcisista” (ira desproporcionada que pide ser expresada – para diferenciarla del habitual y lógico enfado, ligado a la pérdida consustancial, al duelo depresivo que debe de ser resuelto-)
“Voy a hacer algo, por lo que mi nombre será recordado”
Anticipando su “fracaso” como piloto, doble pérdida, manifestó: “voy a hacer algo, por lo que mi nombre será recordado”. No es sólo un suicidio, sino una representación preparada y puesta en escena, en la que los otros, están a su servicio en una tragedia preparada para evitar el supuesto ridículo y vergüenza de no triunfar (goce principal). Se inmola para no sufrir lo que sería para él la insoportable vergüenza de su fracaso y debilidad: no volar y ser abandonado. Por ello decide tomar las riendas, el control y se arroga el poder de decidir sobre las vidas ajenas (sólo son sombras). Ironía trágica y grotesca de la fama…
Lubitz debe ingresar en la lista histórica de los malvados
Cuando alguien deshonra el uniforme que representa una profesión de servicio, se le despoja públicamente de él. Reivindico el prestigio, de los buenos pilotos, capitanes y comandantes que se juegan la vida por los demás; de la seguridad de los aparatos; porque volar en avión, implica dejarse llevar, confiar en ellos. Hay que despojar a Andreas Lubitz de su uniforme, y hacerlo ingresar en la larga lista histórica de los infrahombres, de los malvados. Simplemente decidió morir matando y así lo ejecutó. Nada más.
Criterios para el diagnóstico de “Trastorno Narcisista de la Personalidad”
Según el DSM-V (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales): Un patrón general de grandiosidad (en la imaginación y en el comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía, que empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos contextos como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems:
- Tiene un grandioso sentido de autoimportancia (exagera los logros y capacidades, espera ser reconocido como superior, sin unos logros proporcionados)
- Está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios
- Cree que es “especial” y único; y que sólo puede ser comprendido por, o sólo puede relacionarse con otras personas (o instituciones) que son especiales o de alto status
- Exige una admiración excesiva
- Es muy pretencioso, por ejemplo, tiene expectativas irrazonables de recibir un tratamiento de favor especial o de que se cumplan automáticamente sus expectativas
- Es interpersonalmente explotador. Saca provecho de los demás para alcanzar sus propias metas
- Carece de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás
- Frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás le envidian a él
- Presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios
Escrito por: Dr. Vicente Ezquerro Esteban
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