172020Abr
Gestionar la impotencia con familiares en residencias de ancianos

«En honor a esas familias desesperadas porque no les llega el informe médico de un familiar hospitalizado. A los que tienen un anciano confinado. A los trabajadores y profesionales que los cuidaron. Y a todos los que no pudieron despedirse.»

Dr. Vicente Ezquerro, especialista en psiquiatría

Nuevas problemáticas derivadas del confinamiento

El largo confinamiento que estamos soportando y la imposibilidad de contacto físico, eso que ahora llaman «aislamiento social», derivados de las medidas adoptadas, para evitar el avance de esta enfermedad COVID-19, plantean problemáticas nuevas en:

  • Las relaciones médico-enfermo
  • Las relaciones entre el personal médico y sus familias.
  • No poder acompañar a nuestros enfermos en su proceso de duelo (familiares, amigos)
  • No poder estar presentes, acompañar a nuestros familiares y amigos, en los últimos momentos de sus vidas.

Desde la especialidad de psiquiatría, podemos abordar algunas de estas situaciones existenciales, que van desde :

  • No poder acompañar, en el hospital de nuestra ciudad, a nuestro enfermo.
  • No recibir noticias diarias de los médicos, o que nos transmitan una información que consideramos insuficiente o no la entendemos en su magnitud.
  • Encontrarse atrapado en algún país, del que no podemos regresar a tiempo para despedir a un ser querido.
  • No tener acceso a la residencia de ancianos, en que se encuentra o encontraba residiendo (voluntaria o involuntariamente) nuestro familiar o amigo.

Cómo gestionar nuestras emociones durante la cuarentena

Hace un par de meses ni se nos había ocurrido que íbamos a vivir este catálogo de situaciones, y ahora nos sumen en la angustia. Situaciones reales que sufren nuestros seres queridos y nos provocan sentimientos que van de la inquietud, pasando por la irritación, el enfado; y que suelen desembocar en la culpa o lo que llamamos “culpa delegada”. Un fuego interior, como llamas en un cuenco caníbal de impotencia, en el que nos agitamos, agotamos y auto-consumimos.

Para todas estas situaciones, desde el punto de vista médico y sanitario hay un tratamiento sintomático de aplicación general, basado en un principio médico: la función del médico es aliviar el sufrimiento inevitable, procurando no incrementarlo innecesariamente.

Héroe, es todo aquél que ha vivido a través del dolor y ha sido transformado por él.
(David Richo)

El papel del personal médico en la crisis sanitaria

En todas las situaciones descritas anteriormente, en todas ellas; es inevitable que el personal médico y de enfermería, los cuidadores, limpiadores, y un conjunto de personas ajenas ocupen nuestro lugar. Y es necesario que lo hagan porque es su trabajo. No sólo cuidan y tratan a los nuestros, sino a muchos otros enfermos o ancianos.

Pero nosotros, como estamos atemorizados por la suerte de nuestros familiares, a veces olvidamos que todo este personal sanitario y de servicios son personas que también están cansadas, muchas veces agotadas; que un porcentaje alto han sido contagiados; y también angustiados porque están luchando, con toda su experiencia y sabiduría, contra una enfermedad nueva, que no tiene un tratamiento claro y definido. Deberíamos ser más comprensivos y agradecidos con ellos.

A veces olvidamos que el personal sanitario son personas que también están agotadas por la situación; luchan contra una enfermedad nueva. Deberíamos ser más comprensivos y agradecidos con ellos.

Tener paciencia, no es fácil cuando tienes a un ser querido en peligro, pero los sanitarios y los cuidadores, en general, no tienen la culpa de las situaciones tan dramáticas que estamos viviendo muchas familias, en esta desgraciada pandemia.

El cuidado sanitario en residencias de ancianos

Este mismo itinerario lo deberíamos practicar con otros héroes menos famosos, que no reciben «aplausos» y sólo salen en la televisión en reportajes espeluznantes de supuestos «tratos vejatorios»: los trabajadores y profesionales de las residencias de ancianos y geriátricos. Esas personas son a las que les toca darles a ustedes la noticia de que ha fallecido su familiar, los que estuvieron allí sustituyendo a las familias que no pueden (o no quieren) atender a sus mayores.

Todos sabemos que hay casos de ancianos «depositados» en residencias (¿contra su voluntad…?) a los que nadie visita nunca, salvo las buenas personas que actúan de voluntarios en residencias y geriátricos.  Hay ancianos que ya no aguantaban vivir en casa de sus hijos o hacerlo solos; y eligieron la fantasía de «independencia» en una residencia y/o geriátrico. Los hay con enfermedades crónicas muy dolorosas, con demencias; personas absolutamente dependientes que una familia normal del siglo XXI no puede asumir, de ninguna manera, en su casa.

A todos ellos, los cuidan personas y profesionales, con sueldos muy modestos en ocasiones, que nos sustituyen en tareas muy poco gratas de la vida cotidiana. Nosotros vamos de visita un ratito. Esa es la realidad.

El agradecimiento como bálsamo

En estos días de confinamiento, nos está vedado acudir a las residencias de ancianos a visitar a nuestros mayores; no podemos acompañarlos en los últimos momentos de su vida, sólo cabe junto al dolor implícito en tan desgraciada situación, mostrar agradecimiento a sus cuidadores. La expresión de este sentimiento nos consuela y alivia de la pérdida.

Solo cabe, junto al dolor implícito en tan desgraciada situación,  mostrar agradecimiento a sus cuidadores. La expresión de este sentimiento nos consuela y alivia de la pérdida.

La tentación de traspasar la culpa del fallecimiento a sus cuidadores, nos aleja más de aceptar la inevitabilidad de la muerte. Alguno de sus cuidadores le acompañó, fue su última palabra, su última mano y le despidió en nuestro nombre. Deberíamos ser más agradecidos con ellos y no tratarlos casi como criminales, por muy disgustados que estemos por la pérdida y nos genere una inmensa impotencia.

Héroes fortuitos, que han cuidado a los nuestros hasta el final

Los ancianos en las residencias están atendidos, cuidados y queridos, por personas, por héroes fortuitos y nada reconocidos que los cuidaron y siguen cuidándolos hasta el final. Profesionales ajenos a nuestra familia practican esos cuidados en nuestro nombre.

La decisión de ingresar a un anciano en una residencia fue, en su momento, difícil para la familia, pues suponía tomar la mejor o la menos mala de las soluciones posibles, para la situación vital del anciano dependiente. Hasta la aparición del coronavirus, las familias mantenían esa situación, en muchos casos contentas con la atención prestada, y ello se confirma porque si hubieran sospechado un maltrato, se supone que lo hubieran denunciado y se los habrían llevado a otro sitio.

Hasta la llegada de esta terrible pandemia, durante años y años, hemos mantenido a decenas de miles de nuestros mayores ingresados en este formato de residencia porque nos parecía bueno. Residencia que no Hospital, se nos olvida…

Solo la minoría de la residencias están estructuradas y catalogadas como geriátricos. La mayoría son una solución estrictamente residencial, ofertan unos servicios de hotelería y rehabilitación que garantizan que nuestros mayores residen en lugares adaptados y están atendidos.

Cuidado de acianos en residencias

Las repercusiones del coronavirus en las residencias de ancianos

La pandemia del coronavirus, ha tenido una repercusión letal entre la población de la llamada «Tercera Edad». Nos despertamos cada día escandalizados por las abrumadoras cifras de mortalidad en las Residencias de ancianos que nos sobrecogen a todos…. Vivimos unas circunstancias tan excepcionales, que resulta entendible que la sociedad apunte inconscientemente, o no tanto, a señalar la responsabilidad del supuesto “abandono” de nuestros mayores a estas instituciones.

Nos despertamos cada día escandalizados por las abrumadoras cifras de mortalidad en las Residencias de ancianos

Creo que esto es expresión de una injusticia palmaria. Muy al contrario, debemos defender rotundamente a estos centros. Son el domicilio y hogar de nuestros mayores; donde conviven, crean y mantienen vínculos de amistad, cariño y amor; no son hospitales geriátricos (sólo algunas). Son establecimientos donde además de atenderles, se les respeta, cuida y se les quiere. Los habrá que funcionen unos mejor que otros; pero si no fuera así, no se entendería que las familias, hayamos mantenido allí a nuestros mayores hasta hoy.

Habrá residencias que funcionen mejor que otras, pero son establecimientos en donde a los mayores se les quiere, atiende, respeta y cuida. Si no fuera así, no se entendería que las familias les hubiéramos mantenido ahí hasta hoy.

Es curioso la admiración que nos causa el trabajo de los enseñantes, profesores y cuidadores de guarderías. Ahora que tenemos a los niños confinados en nuestras viviendas, valoramos su trabajo impagable: los cuidan, les enseñan y además aprenden: ¡Qué milagro!

Sin embargo, somos extremadamente duros e injustos con los trabajadores y responsables de las residencias de ancianos. También ellos deberían captar nuestra admiración porque atienden, en primera línea, a una población de riesgo; se han visto sorprendidos y sobrepasados, sin los medios ni la formación requerida; y aún con todo, continúan, a pesar de las críticas feroces que reciben, exponiendo su salud por cuidarlos .

Las residencias son y serán la solución última para la vida actual

Ellos no son el problema. El problema ha sido el coronavirus, que ha puesto en cuestión desde nuestro modo de vida, a nuestro sistema socio-político y hasta nuestra prepotencia terapéutica. Los empleados de las residencias y geriátricos han sido y son parte de los afectados y el único sostén de nuestros ancianos.

Pensemos; con lo que sabemos a día de hoy de esta enfermedad, ¿cabría alguna solución mejor? ¿Creemos que de haber estado atendidos por un familiar, el final hubiera sido otro? ¿No habría tenido implicaciones de salud para ellos? Son preguntas sin respuesta, que no sólo no solucionan, sino que nos mantienen atrapados en el dolor y en el viento maldito que aviva las llamas de la culpa; o pretende quemar en el caldero de nuestra ira a los otros.

Residencia de ancianos, compañía

Las residencias son y serán la solución última para la vida actual. La evolución del modelo familiar en el Siglo XXI, la incorporación de la mujer al mundo laboral, el tamaño de las viviendas, obligan a muchas familias a ingresar a padres y/o familiares en estos centros. En otras ocasiones, son los propios ancianos quienes deciden residir voluntariamente allí.

El dolor por la pérdida de nuestros mayores también habita y se alberga en sus propios domicilios: las residencias; y los trabajadores, que han compartido con nuestros ancianos los últimos años de sus vidas y su fallecimiento, también sufren ese duelo.

Nadie levanta la voz por ellos. ¡Basta! ¡Perdón! ¡Y gracias!

Pedir cita con el equipo del Dr. Vicente Ezquerro Esteban

Paseo Independencia, 19 - 3º Zaragoza

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